Es joven y fachero; educado también, pero no francés. Se compra a las
pibas con sus sonrisas de dandy, y a las señoras con sus modales de tanguero.
Se ganó el respeto de sus colegas varones con su voz ronca de mecánico, y su
lomo de gimnasio. Es mucho de lo que varios quisieran llegar a ser, haber sido. Les cae bien a los más chicos,
por razones similares a las de los más grandes.
Es policía, sí, pero más bien de esos que parecen trabajar más para su
barrio que para sus jefes. Intervino en muchas situaciones jodidas, de
violencia, de injusticia, de peligro, ganándose así una reputación parecida a
la de un héroe… en el barrio. La gente se alegra de verlo pasar, de saludarlo;
disfrutan de hablar de él y lo que representa entre los vecinos… o al menos, de
ese aspecto de su vida…
Es que con cada nueva hazaña del señor policía, se van opacando cada vez
más los rumores y sospechas de su vida privada… Se opacan, pero nunca
desaparecen del todo.
Todos saben que su mujer la pasa muy mal, todo saben que la maltrata, que
la humilla, incluso en público; pero aparentemente nadie sabe si ese maltrato
llega a violencia física.
Y acá es cuando aparecen las diferentes opiniones:
“Entonces, que no se queje. Hay mujeres que la pasan mucho peor”,
“Todo ese disfraz de héroe esconde la basura de persona que realmente
es”,
“Si (ella) se queda con él, es porque le gusta”,
“(él) Hace todo lo que hace para lavarse un poco el cargo de conciencia
que tiene”,
“La tipa prefiere que la maltraten, pero nunca salir a laburar y hacerse
cargo de su vida”…
Algunas elevadas reflexiones psicológicas de los vecinos llegaron a
plantearse que en el fondo el señor policía detesta todo lo que sabe que
representa, porque toda esa fama es muy difícil de mantener, o que está muy
metido en el “qué dirán”; sabe que ese respeto y admiración los paga
sacrificando lo que en realidad le gustaría hacer. Y así, los sentimientos,
pensamientos y actitudes más feos, más hirientes, y también los más
autodestructivos, los más confusos, se quedan en el terreno más privado de su
vida, con pocos testigos y pocas víctimas… Pocos, pero severamente afectados.
Capaz que lo más parecido a cierto “consenso” entre los vecinos, es que
nadie es perfecto, y que con tantas cosas buenas que hace, se le pueden
perdonar algunas “sombras”…
Ya casi termino este texto, ya casi salvo al mundo con el humilde aporte
de un texto de mierda más flotando en la web. Ya puedo apretar Enter, ir al
perchero y ponerme mi disfraz y mi máscara y salir a criticar lo que los demás
hacen a puertas cerradas sin tomarse la cautela de borrar las evidencias
después. Ya puedo salir a la vida pública y apuntar con el dedo a los demás,
ignorando mis propios testigos y mis propias víctimas.


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